Esta vez voy a ir acompañado, viniéndose una amiga de paquete, no es que sea de un pueblo con ese nombre, me refiero a que va de acompañante… ¡humor inteligente amigos! :)
Como no voy a ir solo he planeado una ruta por carreteras secundarias que harán las delicias de mi compañera y por supuesto las mías, sin exigirle mucho a la moto y encontrando zonas apartadas con poco tránsito para hacer el viaje aún más chulo.
Habiendo terminado de trazar mi alegre ruta, justo el viernes, anunciaron leves precipitaciones por los sitios por donde pensaba pasar, los anticiclones y las borrascas, en su continua batalla estaban desplazando su lucha hacia el sureste con lo que me tocó planificar una nueva ruta desde cero.
A falta de unas horas para partir, elegí un nuevo destino. El viernes por la tarde planifiqué una bonita ruta cuyo destino será la Capitaleja, más conocida como Ciudad Real. Para esta última ruta no me estrujé la cabeza, tenía unos cuantos alfileres puestos es mi mapa virtual de España y la idea es tomar correteras secundaras hasta esos alfileres e ir en función de las nubes más hacia el oeste o hacia el este.
Puede que se me fuera de las manos pero al final la ruta nos llevó unas 10 horas la ida y unas 8 la vuelta. Ya sé que estás pensando: “Si Ciudad Real solo queda a 2 h de Madrid… que exageración…”. Bueno, es cierto, por una aburrida y rápida autopista sí que te pones en Ciudad Real en un ratito, pero, en esta ruta, solo la ida tenía 400 km de carreteras secundarias, terciarias y caminos. Tan malas llegaron a ser algunas de estas vías, como por ejemplo el tramo entre Bahonal a Villarta o el tramo desde Valdemanco de Heruelas a Sacerula, que ni las recomendaba el GPS estando en el mismo cruce mirando en la dirección a tomar. Ya se sabe que la máxima de un motero aventurero no es el destino si no el camino. No suelo hacer tantos kilómetros con moto, pero me lo he pasado tan bien que, a pesar de tantas curvas, traqueteos, situaciones algo peligrosas y demás circunstancias variopintas, no se me hicieron pesados en absoluto.
A lo largo de toda la ruta no hizo buen tiempo en general, pero por suerte conseguimos escapar de la lluvia casi todo el viaje. Yo iba mirando las nubes a cada poco ya que podía arrancar a llover en cualquier momento y, como ya se interpretar colores y estados del cielo, fui esquivando mojarnos todo el tiempo excepto los últimos kilómetros antes de llegar a casa, que por no sacar el chubasquero con eso de que “Si ya queda nada para llegar, puedo aguantar unas gotitas”, fue comenzar a llover y finalizar empapado, por suerte ya para desvestirme y ducharme. A pesar de que íbamos de verano los dos, mi compañera de viaje no se mojó nada frontalmente pues yo frené toda el agua, pero la expresión de “espalda mojada” cobró un sentido mucho más literal que el de un inmigrante ilegal intentando cruzar a EEUU.
Las provincias implicadas fueron: Madrid, Badajoz, Toledo y Ciudad Real.
Me encanta recorrer las Castillas, se suele decir muchas veces eso de: “Ancha es Castilla”, pero lo cierto es que tiene un paisaje muy variado, puedes rodar por sitios con colores predominantes como el amarillo o el marrón, pero también encuentras zonas verdes, mesetas, incluso montañas vistosas. Las carreteras nacionales y, por supuesto, las autovías, que atraviesan las castillas son rectas interminables, larguísimas y eternas para una moto con una velocidad de crucero de 100 Kph, pero buscando y profundizando, se pueden encontrar carreteras reviradas, casi olvidadas por el mundo y solo transitadas por los lugareños de la zona, con asfalto envejecido por el paso del tiempo, socavones que se van haciendo más grandes a cada rodada, vegetación que se las come literalmente y paisajes brutales donde a nada que ganes un poco de altura puedes ver Castilla desde una loma. Es una delicia visual. Ante esa situación pienso en lo que pensarían en la edad media, por ejemplo, cuando una persona miraba el horizonte, posiblemente pensaría que estaba viendo la mitad del mundo con sus ojos, pues hoy día sabemos que por carretera podemos ponernos de un punto a otro de España en unas horas, pero en esa época, llegar hasta donde llega la vista podía suponer días o, incluso, semanas.
Salimos por la carretera de Extremadura para avanzar rápido por querer empezar a llover en Villaviciosa de Odón, mi punto de partida. Paramos en Torrijos a desayunar y desde ahí empezó lo bueno. Carreteras ya mencionadas antes en dirección Badajoz. Me quedé con ganas de ver un puente antiguo el cual queda cubierto por el Guadiana casi todo el año menos en verano, que se puede ver desde el puente moderno actual. Conocido como Puente de la Mesta, nadie sabe con certeza cuando se construyó.
Aprovechando que voy de tranqui me entretengo con monumentos del patrimonio español como la gran iglesia parroquial de Ntra. Sra. De la Asunción en Fuenlabrada de los Montes, la Fuenlabrada manchega. Construida en el siglo XVI, con ladrillos y piedra, de estilo románico tardío, gótico y mudéjar. Lo que más destaca según la ves son sus enormes contrafuertes en sus costados y el gran tamaño que la hace sobresalir del perfil del pueblo con ese aspecto tan imponente.
Merece la pena darse una vuelta por el Parque Nacional de Cabañeros, una zona tranquila, grande y con carreteras comarcales y caminos de puro disfrute. Este parque es atravesado por una de los Caminos a Guadalupe oficiales, en concreto el Camino de la Mancha. Antes de que se hiciera popular el famoso Camino de Santiago, existía un famoso centro de peregrinación, de la península Ibérica, durante la Edad Media y es que hasta el monasterio de Guadalupe llegaban miles de peregrinos desde todos los puntos cardinales por una docena de caminos oficiales… pero esta historia la contaré en otra escapada.
Llegamos a Ciudad Real desde el suroeste en el atardecer. Fue una suerte conseguir un excelente precio por internet, un día antes, en el Hotel Santa Cecilia, en pleno centro histórico. La moto duerme en el garaje y nosotros salimos a dar una vuelta nocturna. Me encanta ver los edificios históricos iluminados por la noche. Sí es verdad que unos están iluminados con más gusto que otros, pero siempre es un deleite visual, para los fotógrafos de trípode en mano, inmortalizar bellas estampas nocturnas, y si no se dispone de un trípode habrá que usar la imaginación, como fue mí caso.
La muy noble, muy leal, Ciudad Real, es un municipio que merece la pena visitar porque no es demasiado grande para ser ciudad y tampoco demasiado pequeño como para verlo en un rato. Con un paseo de dos o tres horas puedes recorrer el centro histórico de cabo a rabo, si te gusta caminar y ver edificaciones “viejas”, claro. Conozco personas que viven en lugares que son pedacitos de historia, de nuestra historia como españoles y, sobre todo, como seres humanos, que apenas conocen la calle donde viven solo para que les llegue correspondencia. A mí hacer turismo histórico siempre me ha gustado.
Al día siguiente ponemos rumbo a Madrid, pero, por supuesto, no lo vamos a hacer en línea recta, si se pone a llover siempre tendremos la autovía, pero hasta que llegue ese momento aprovechamos la nubosa mañana para ver la ciudad medieval abandonada de Calatrava la Vieja, la ciudad más importante, entre Toledo y Córdoba, durante el período islámico.
Previo pago de una entrada (4€ por cabeza) se puede disfrutar de esta importante ciudad medieval de la que hay escritos, que la mencionan, desde el siglo X. Aunque a vista de pájaro pueda parecer que apenas queda conservada una quinta parte, lo importante (la medina y el alcazar) están muy bien conservados y algunas partes reconstruidas. De los arrabales solo queda la mención, hoy día es campo, pero seguro que debajo de las capas de tierra algo se puede encontrar.
Calatrava la Vieja era una ciudad fortificada que se mantenía anegada por el río Guadiana cuando aún tenía mucho más caudal que en la actualidad. Por aquellos tiempos del medievo la ciudad quedaba como una isla en mitad del rió y esto hacia que fuera fácil defenderla de los ataque externos.
En el siglo XII la ciudad pasaría a manos cristianas, fundándose en ella la Orden de Calatrava, constituida por monjes guerreros. Ellos serían los únicos en mantener una fortaleza en manos cristianas tras la derrota de la Batalla de Alarcos, el castillo de Salvatierra. Después contribuirían a la victoria de las Navas de Tolosa, jugando un papel fundamental en la Reconquista, y llegando a constituir una de las órdenes más poderosas por su capacidad económica y militar.
Desde Calatrava la Vieja aprovecho para ahorrarme un buen puñado de kilómetros por carretera tomando un camino rural de arena. Este polvoriento camino pertenece a la Ruta del Quijote, esa basta y extensa red de carreteras, caminos históricos, vías pecuarias, cañadas reales y riberas fluviales, donde podemos encontrar, a lo largo de cada vía, numeroso letreros informativos de a dónde vas y de dónde vienes.
Tenía ganas de ver un par de molinos de agua de la zona, no es que fuera una novedad para mí este tipo de edificaciones, ya que de pequeño me colaba con mis primos en el molino de agua del pueblo de mi padre, Soto de la Vega, por la zona más peligrosa, de la presa con agua hacia el interior subiendo por las norias.
En el parque nacional de Las Tablas de Daimiel, encontramos el Molino de la Torremocha o Molemocho, un molino de agua que se ha restaurado perfectamente y por visitarlo interiormente hay que pagar. Como a mi acompañante no le apetecía gastar más dinero, bastante es que la convencí para entrar en Calatrava la Vieja, y que el cielo estaba bastante gris, decidí continuar por el camino de tierra hasta un segundo molino que nadie conoce por estar en ruinas.
Del molino de Griñon apenas queda lo suficiente para apreciar como entraba el agua y salía, pero todo lo que alguna vez fue de madera hoy día ha desaparecido.
El caminito de arena pasa a ser de un pavimento que posiblemente se construyó antes de la guerra civil, por el estado que presentaba, pero que nos dejó en otro bonito lugar. El Mirador de la Mancha, en Villarubia de los Ojos, es uno de esos sitios donde puede ir a pasar la tarde a disfrutar de la brisa fresca leyendo un libro y levantando la vista de vez en cuando para ver cómo cambia de sitio el sol. En lo alto hay un caño que sale de la Ermita de San Cristobal con un curioso letrero que pone: “Solo se puede coger 100 L como máximo por persona”. Es cierto que en el ratito que estuvimos allí habían unos hombres que sin parar llenaban bidones grandes que apilaban en una furgoneta destartalada.
Viajamos más al norte, siguiendo por carreteras secundarias, para hacer una parada en los Yebenes. En este pueblecito de Castilla la Nueva, podemos encontrar unos molinos típicos manchegos como los que confundió el Quijote con gigantes. Blancos, con su tejado y aspas negros, presiden el lugar desde muchos kilómetros a la redonda en su posición privilegia. Zacarías y Torrecilla, son dos molinos restaurados completamente con su molienda y todo, la cual activan una vez al mes para apreciar el avance tecnológico que supuso aprovechar la energía eólica en el siglo XVI, respecto a la energía animal que se usaba entonces. Cuidado con la subidita hasta estos gigantes que la tierra se pone muy blanda cuando llueve.
Muy cerca está Orgaz con su gran Iglesia de Santo Tomás Apóstol construida en el siglo XVIII en el mismo solar donde antes hubo una pequeña parroquia que no daba suficiente aforo para todos los feligreses de antaño.
Al este, en la población de Mora, encontramos, rodeado de campos de cultivo, el imponente castillo de Peñas Negras. Cierto es que está en ruinas pero es uno de los castillos más importantes de Castilla-La Mancha a nivel arquitectónico, pues se trata de una fortaleza roquera, que para adaptarse al terreno cuenta con una planta alargada e irregular. Desde sus alturas hay una magnífica vista de la inmensa llanura que lo rodea. La posición en que se ubica convierte al castillo en un guardián natural y el interior tiene dos niveles, cortados por un foso excavado en la roca. La torre del homenaje separa el patio de armas de las dependencias.
Yo flipo lo que tenía que ser venir aquí, a pie, por el monte, cuando había alerta de invasión y los labradores tenía que salir por patas subiendo hasta el interior de este sitio.
La subida es algo peliaguda, apta para vehículos altos en época seca y exclusiva de 4x4 en lluvias. En el interior había gente haciendo escalada en la parte del foso.
Después de esta visita, pusimos dirección Toledo y posteriormente autovía hasta casa, las nubes estaban que no aguantaban más a descargar y bastante aguantaron. Rompió a llover desde la Fuenlabrada Madrileña, ya casi en el hogar. Ha salido una bonita ruta rural, con encanto histórico, hecha en un fin de semana donde el paisaje ha sido cambiante, donde las poblaciones siempre han tenido algo que enseñarnos, donde las carreteras no se han revisado en décadas, donde hemos podido seguir los pasos de ese gran personaje español llamado Don Quijote y donde la vida avanza al ritmo que necesita y no al que le imponen los tiempos modernos.
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