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El retorno

13/10/2016

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Que noche más larga
El día no ha terminado
La noche que llegué a Midelt fue más larga de lo esperado. Mi amigo Hossin había reservado una barata habitación en esta cara ciudad situada en la ruta del desierto. Es un punto clave para los amantes del todoterreno. Las instrucciones que le dio, al personal del hotel fueron claras y reiterantes, pues en Marruecos, al igual que en otros países fuera de Europa, no sería la primera vez que mienten. Parking cubierto privado y baño privado, no exijo más, es sencillo.
Paré en la primera gasolinera que encontré camino a Midelt, aún me quedaban nueve kilómetros para llegar al hotel pero quería repostar para dejar hecha esta tarea y no tener que hacerla a la mañana siguiente. Estaba en una estación de servicio completa al más puro estilo europeo: surtidores Shell nuevecitos, bien iluminada, con cafetería, lavadero de camiones, motel y restaurante, incluso tenía una piscina.
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Midelt nocturna
Cuando pagué salió un hombre a saludarme que hablaba español. Se presentó como el dueño del complejo y me dijo que si quería pasar la noche, yo le respondí que ya buscaría algo barato por el centro, pero el insistió en dejármelo a buen precio con desayuno incluido. Me acuerdo como me repetía “habitación de lujo”, era bastante cómico tratándose de un motel. Le comenté que no tenía dinero que iba al centro a sacar algo de pasta, comprar un poco de comida y volver a dormir, que me diera una hora. No es que fuera una súper oferta pero en esta ciudad tan cara era un precio decente y no me fiaba mucho del sitio donde iba, que tampoco era mucho más barato.
Al llegar al centro, donde se supone que estaba el hotel, pregunto a unas personas para que me ayuden con la localización y un hombre, que pasaba por allí, se ofrece a llevar porque conoce al dueño.
​Llegamos a la puerta de sitio y le pregunto por el aparcamiento, el me señala que un cacho de calle cortada de tránsito para la gente que hay frente al hotel es el parking. Por qué será que ya me lo temía. No obstante me ofrece meter la moto en un mercado que hay dos calles más abajo cuando cierre, pero me parece mucho rollo y estoy muy cansado.
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A trabajar temprano
Hago el registro en el hotel y me voy a sacar dinero y comprar algo de comida antes de subir a la habitación. En un primer momento, el olor de la habitación era intenso, eso justifica que todas las ventanas estuvieran abiertas, yo lo achaqué al baño, pero con la puerta cerrada se tendría que solucionar. Pasado unos pocos minutos con las ventanas cerradas, el olor pasó a ser nauseabundo, olía directamente a meado, era peor que el meadero oficial de una casa ocupa y con el frío que hacia no tenía intención de dormir con las ventanas abiertas.
Bajé a la recepción a que me cambiaran de habitación y la única opción es dormir en la azotea en una habitación prefabricada en aluminio con dos literas y sin baño, por el mismo precio.
Recogí las maletas, me vestí y me fui de allí. Puedo pasar el que me mintieran con el aparcamiento o que las camas fueran como tablas, pero pagar por dormir en un meadero no.
Volví al motel de carretera, donde me tenía que haber quedado desde el principio y accedí a quedarme allí, era muy tarde y tenía que madrugar.
La habitación resultó no estar tan mal, olía a ambientador porque en Marruecos no hay leyes antitabaco.
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Y pesar que hace unos días estaba "perdido" en las montañas...
El eterno ascenso
Me levanto a las 6 de la mañana para intentar salir de allí, como muy tarde, a las 7:00am desayunado y todo, objetivo que consigo.
La mañana es fría, el tiempo anuncia lluvias en Marruecos pero solo por las zonas por donde voy a pasar, así de claro, no puede llover en otro sitio, justo mi trazada de Midelt a Meknes, luego a Rabat y luego a Tanger, son los únicos sitios donde diluviará. Lo bueno es que es camino a casa, hoy tengo que llegar a Madrid.
A pesar de llevar toda la ropa de abrigo que me he traído a este viaje es insuficiente para el frío que hace y apenas estoy a 1200 msnm. Entiendo que tenga las manos heladas y acartonadas, solo llevo unos guantes de verano con unos guantes de seda por dentro y los puños calefactables al máximo. La chaqueta de moto sin la capa interior paravientos no es suficiente a pesar de que llevo un forro polar debajo. Los pantalones… bueno, son unos vaqueros, tampoco le puedo pedir más. Las botas dejan pasar el frío, incluso con calcetines godos, siento los dedos fríos.
​Hasta Meknes tengo que llevar un ritmo legal, la N13 es muy popular y detrás de cualquier curva, cambio de rasante o matorral puede haber un policía escondido dispuesto a pillarme.

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Tanger
Asciendo lentamente por esta carretera interminable. El paisaje es brutal a estas horas del día y como llevo el sol de espaldas, los tonos de la tierra y la vegetación son intensos, casi saturados, es una pena que lleve prisa porque me pararía a hacer alguna foto.
Llegados a Boulaajoul comienza un ascenso rápido donde, en pocos kilómetros consigo ponerme a 2192 msnm. Si hace un rato tenía frío ahora estoy al borde de la hipotermia, la piernas me tiemblan, noto la moto muy fría, no desprende nada de calor, los dedos de las manos me duelen y los tengo tan agarrotados que me cuesta accionar las manetas. Recordaba el camino a Azrou muy frío en mi anterior viaje pero esta vez lo estoy sufriendo mucho más. Esta zona cuando nieva tiene que ser infausta.  
A partir del lago Aguelmame Sidi Ali, empiezo a perder altitud lentamente y como ya me esperaba, en un cambio de rasante encuentro un control policial, pero por mucho que me apunten con su radar manteniendo la respiración, voy a la velocidad legal y no podrán hacer caja a mí costa.
Desde Azrou la pérdida de altitud es progresiva pero constante y pase a que tendría que hacer mejor clima me meto de lleno en un banco de niebla denso, tanto que la ropa se me empieza a mojar. Es momento de ponerse el chubasquero.
Sigue haciendo frío incluso cuando llego a Fez llevando todas las capas posibles de ropa incluido el chubasquero, supongo que es por esta niebla y que en breve romperá a llover.
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Tanger
Autopista pasada por agua
No me gustan las autopistas en moto, puede que sea porque mi moto no corre y con el equipaje no puedo pasar de 120 kph porque la moto empieza a hacer extraños peligrosos, pero ahora mismo no queda otra opción.
No he llegado a Meknes y empieza a llover, lo bueno es que no me tengo que parar a ponerme el chubasquero porque ya lo llevo puesto.
Es bastante incómodo, los velcros casi no agarran porque están bastante sobados pero es el material del que dispongo. Para evitar que me entre agua me ato los extremos del chubasquero a las botas, así evito que me fustigue tanto y que no se me mojen los pantalones.
Los tramos de autopista se hacen interminables, menos mal que las garitas de peaje están cuando se toma el desvío y no seccionando la propia autopista, es un engorro hurgarse en los bolsillos con las manos mojadas.
Cuando llego a Rabat la lluvia es tan fuerte que me está quitando el barro de la moto pero por suerte no hace demasiado viento.
El camino costero es más de lo mismo, la lluvia no para, cae con fuerza y casi no veo lo que sucede delante de mí, y eso que no hay demasiado tráfico.
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Recuerdo lo mal que lo pasó este harlista intentando cruzar este tramo y llovió una tercera parte de lo que llueve hoy
Cambio de continente
Cuando llego a las afueras de Tanger todo me es familiar, han pasado dos años desde la última vez que estuve aquí pero no me he olvidado de nada, reconozco las calles tan bien que no necesito mirar el GPS.
Nada más entrar en la zona del aeropuerto empiezan a incorporarse a la circulación decenas de furgonetas de turistas, hay tantas que durante un rato solo estoy rodeado de estos vehículos blancos, grandes y altos, si no es suficiente con que el cielo esté tan oscuro que parezca de noche y que llueva a mares, he coincidido con el horario de todos los malditos vuelos turísticos que han llegado hoy.
La masificación de furgonetas se va disipando a medida que avanzamos por las calles de Tanger, van encontrando sus respectivos hoteles tomando sus respectivos desvíos. Es bastante agobiante conducir con este clima por una ciudad imperial marroquí y estar rodeado de vehículos tan grandes.
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Tarifa
Por fin llego al puerto de Tanger. Todo me sigue siendo tan reciente que me muevo por el sitio como si cogiera un ferri a diario. Compro el billete, sello el pasaporte, entrego la hoja de importación de vehículos a un oficial y me voy a la fila de la compañía que me devolverá a mi patria.
Una cosa que me gusta de embarcar en los ferris rápidos es que las motos esperan al principio de la fila saltándose al resto y lloviendo se agradece aún más.
Después de dejar la moto bien amarrada en la bodega de carga, subo a la zona de butacas y empiezo a quitarme capas como una cebolla. Por mucho que lo intenté, no sé cómo ha pasado, llevo el pantalón empapado al igual que un pie, una de las botas ya no es impermeable al 100%, pero viendo la que está cayendo y que llevo muchas horas encima de la moto tragando agua constantemente no voy muy mojado aún.
Desde el ferri aprovecho para llamar a todos los amigos que dejo en Marruecos y a comer algo, desde hace 7 horas no he probado bocado.
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Tarifa
España
En cuanto descargamos y pasamos la aduana paro para comunicarme con mis padres y que sepan donde ando. Al ponerle la SIM española, a mi teléfono móvil, noto que solo puedo hacer llamadas, no me funcionan los datos móviles, me muevo hasta la configuración de redes y veo que el hombre que me configuró la red marroquí me borró el resto de configuraciones de las otras compañías. Bueno… podría ser peor.
No pierdo más tiempo y me pongo en marcha dirección Sevilla, subiré por la ruta de la plata.
Es impresionante como llueve en esta costa y el viento que hace, me estaba quejando de lo que he pasado por Marruecos hace unas horas y aquí parece que se ha desatado la ira de Dios. Solo recuerdo una vez donde sufrí un clima parecido, en la República Dominicana, cuando me pilló el monzón hace unos años soplaba tan fuerte y llovía tanto que incluso parado en el arcén, el pequeño Daihatsu Terios se desplazaba centímetro a centímetro de los meneos que le sacudía la climatología.
Apenas puedo rodar a más de 60 kph porque el viento me empuja hacia la cuneta y, por si esto fuera poco, tengo que aguantar los autos gaditanos comiéndome el culo y dándome las luces para que vaya más rápido, alguno incluso me rebasa tan cerca que tengo que frenar.
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N-340 dirección Sevilla
En cuanto dejo Cádiz a mis espaldas el clima mejora, sique lloviendo, pero al menos no hace aire, lo malo es que ha caído la noche antes de tiempo.
Circular por esta carretera está siendo un suplicio, el tráfico es muy pesado, lento y peligroso así que cuando llevaba un buen rato en estas condiciones me paro a mirar el mapa, yo juraría que en algún momento tendría que tomar una autopista o algo más rápido.
El problema era que tenía configurado el GPS en modo “sin peajes” y por eso solo tomaba carreteras nacionales. También me di cuenta de que los peajes marroquís no están reconocidos en el programa porque en aquellas tierras sí que subí pagando.
Como era muy de noche, seguía lloviendo sin parar y estaba cansado decidí salirme a la vía de servicio a ver si encontraba algún sitio para que me dijeran donde estoy exactamente, puede parecer un poco absurdo llevando un GPS pero estoy en una oscuridad total solo iluminada por los vehículos que van en dirección opuesta y lo único que puedo hacer es intentar no chocarme con el que llevo delante porque la lluvia en el casco no me deja ver más allá.
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Uno de los peores tramos de la N-340, mucho viento, muchas lluvia y mucho frío
Paré en un mesón de carretera, el único comercio de la zona que tenía luz. Me dieron unas instrucciones y me pusieron en situación. Cuando estaba dispuesto a emprender mi marcha la intensidad de la lluvia cambió a peor. Recuerdo esa cortina blanca, a las puertas del restaurante, formada por el agua y la luz que le incidía, pero había que continuar. Enciendo la moto pero no arranca, solo hace un “clack, clack”. Creo que era momento de dejarlo y pensar que mañana será otro día. Toca llamar a mis padres y a mi jefe para explicarles el problema en el que me encuentro.
Si no fuera por esta maldita lluvia, la situación sería muy diferente, pero ahora mismo estoy demasiado cansado para pensar con claridad.
El encargado del restaurante me hace un buen precio por una pequeña habitación cercana al aparcamiento, con lo que ceno algo de embutido que aún me quedaba, intento secar la ropa y me meto en la cama.
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El pinchazo que no fue pinchazo
Y los problemas siguen
Por la mañana, bien temprano, me levanto a las 6:00am y me pongo a trabajar en la moto. Había pactado con el encargado del restaurante que me dejara meter la moto al refugio de la lluvia para poder destriparla y me dijo que sin problema lo podía hacer en la recepción del motel ya que solo se usa como transito del restaurante a las habitaciones.
Desmonté todos los plásticos y revisé las conexiones aprovechando a limpiar los bornes de la batería. Era un fusible general de la moto, ayer por la noche no lo vería por la lluvia y la oscuridad. Lo remplazo y arranca a la primera con lo que saco la moto fuera después de volver a montarle los plásticos.
Me preparo rápidamente para desayunar pero en restaurante hay más gente que en el comedor de Harry Potter, principalmente gente mayor, así que me voy en ayunas.
Recorro 20 kilómetros y paro en la primera gasolinera que veo. Mi intención es repostar para no tener que parar hasta que vuelva a saltar la reserva y de paso comprar algo para que me dejen de rugir las tripas.
Termino un improvisado desayuno, a base de donettes y zumo, y vuelvo a la carretera pero en la vía de servicio empiezo a notar la dirección de la moto muy rara, me constaba controlarla, muy raro para ser en asfalto. Me paro en otro bar/restaurante de carretera al pie de la vía y compruebo que la rueda delantera está sin aire ¡Mierda he pinchado! Como puede ser que no haya pinchado metiéndome por donde me he metido en Marruecos y vengo a pinchar aquí.
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Es muy incómodo tener que hurgarse los bolsillos con las manos mojadas
Llamo a la grúa para que vengan a echarme una mano y mientas reviso detenidamente la ruda pero no encuentro el clavo, seguramente haya sido entrar y salir, como dicen en las películas los ladrones de bancos. Vi un camionero que estaba aparcado cerca y le pregunté si me podía prestar su compresor para hinchar la rueda y accedió. Mientras el amable camionero se fue a desayunar con sus compañeros yo me quedé comprobando la rueda, pisándola y nada, no perdía aire. Entré en bar para despedirme de los camioneros y darles las gracias por el favor. No sé qué fue lo que paso, lo que pensamos es que se pudo destalonar al llevar las presiones bajas, es decir, que el neumático dejo de sellar contra la llanta en algún momento y por eso se salió el aire. Sea lo que fuere estaba solucionado, llamo a la grúa para que no venga y continúo hacia Madrid.
Una vez pasada Sevilla el camino fue más o menos igual en todo, llovía a veces, otras paraba, pero el frío fue constante. Se me hizo muy largo, tenía muchas ganas de quitarme la ropa mojada y coger calor, sobre todo en las manos, aun con los puños calefactables, las tenía congeladas y blandas por el agua.
Con tantas horas encima de la moto y pasándolo tan mal, dentro del casco he llevado una sonrisa la mayor parte del tiempo gracias a los buenos recuerdos de este viaje, todas las vivencias que me traigo, todos los lugares que he visto, todos sitios por donde he pasado, sin lugar a dudas lo repetiría.
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Que poco me gusta montar en moto con lluvia
Hogar dulce hogar
La aventura se ha terminado, pero hasta el último momento no ha dejado de sorprenderme, unas veces gratamente y otras… bueno, siempre se puede sacar algo positivo de cualquier situación y por muy planeado que llevemos un viaje nunca saldrá como esperábamos, por eso el fundamento de una buena aventura es planear poco y dejarse llevar por los acontecimientos.
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