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Planeta rojo

26/9/2016

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un café en el desierto
Amanecer nublado
Que amanecer más feo, parece que va a llover, no obstante, como no lo ha hecho esta noche creo que podemos probar a ver qué pasa.
Cuando bajaba por el Rekkam tenía pensado continuar la ruta desde Tazouguerte hasta Boudnib y continuar por una larga pista hasta Erfoud, pero no encontraba demasiada información de lo que me iba a encontrar. Hay gente que lo ha hecho en 4x4 y también con motos enduro, pero en mis circunstancias concretas no encontraba nada al respecto.
Probaré a hacerla al revés de como pensé al inicio ya que estoy en Erfoud. “Voy sin maletas, no creo que sea tan complicada que no pueda terminarla”, me dije a mi mismo en voz alta Me aprovisiono de todo lo que me hace falta y salgo tempranito para no ir apurado con el tiempo.

¿Despejará? ¿Sí? ¿No?
Es curioso como estando nublado los objetos consiguen proyectar su sombra, es un poco tenue pero significa que Lorenzo está ahí arriba intentando hacerse ver, y eso es buena señal.
La pista comienza fuera de Erfoud, pero en cuanto pasan unos pocos kilómetros desaparece y solo queda una llanura. Es muy divertido rodar por estos sitios sin tener un camino definido, acelero y me pongo casi a 100 kph viendo por el retrovisor la polvareda que levanta la moto, una pasada.
Cuando la pista coge forma nuevamente, paro en un Café que llevan unos tipos, muy apartado de la carretera. Creo que esta gente vive aquí, tiene huertas y siguen ampliando su vivienda, lo del Café es para sacarse algún dinerito extra y de paso también vender fósiles.
Después del café la pista se torna lenta y complicada, mucha piedra y un terreno destrozado por los 4x4. Las roderas en algunos puntos son tan profundas que me llegan por los tobillos cuando estoy montando en la moto y se nota que ciertos vehículos ya no tiene altura suficiente para esta camino y crean otros nuevos, los cuales no están mucho mejor que el principal porque el terreno es muy rocoso, menos mal que me he dejo el equipaje en el hotel porque de venir con toda la carga se me desmontaba la moto antes de terminar la ruta.
Por el camino se ven algunos nómadas que viven como pueden, que te saludan y te hacen señas con la mano para que vayas a su lado, a ver qué les pasa, pero que cuando paras la moto te piden dinero el gesto con la mano y diciendo “Dirham”.
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Llanura
El cruce
Como la pista estaba muy difícil y lenta, mi intención era llegar a un cruce de caminos que veo en el mapa, parece que estoy ascendiendo bastante altura y creo que allí habrá un cambio importante. La moto va botando tanto que tengo que quitar el manojo de llaves y dejar solo la del contacto, hasta ahora no era un problema porque el manojo se acopla en un lado del manillar y solo se oye ruiditos pero no molesta, pero esta vez no paraban de saltar de un lado a otro.
Mi sorpresa fue cuando en el cruce me encontré una persona que no sabía bien que función tenía, pues llevaba un uniforme con su walkie talkie y todo pero no me parecía un policía. Le pregunto en un flojo francés que quiero ir a Boudnib y el hombre no solo me indicio el camino, sino que me explico todas las alternativas que tenía e incluso otras rutas en caso de no querer ir a Boudnib. Tenía pintada la puerta de una minúscula vivienda con un mapa escueto pero práctico, donde se veían claramente las alternativas. Este buen hombre me explicó que era una especia de agente forestal. No me puedo creer que haya tenido una conversación en francés con esta persona sin saber yo hablar francés pero eso es porque él puso mucha voluntad en explicármelo todo muy lentamente.
Al final, me convenció para que de las los tres caminos que podía elegir para llegar a Boudnib tomara el del centro pues los otros dos lo que hace en un arco y al final todo se juntan en un punto. En mi GPS, el camino central, no aparecía, pero tiene mucho sentido lo que dice este hombre y esta alternativa no parece ni un camino, parece más bien unas roderas de un 4x4 que ha decidió abrir su propio camino.
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Cruce con agente forestal
La soledad
En cuanto dejo atrás el cruce me meto nuevamente en el desierto. El terreno es pedregoso y muy duro, con esta neblina raruna no veo el horizonte, la verdad es que estoy un pelín desorientado porque hay momentos que ni siquiera veo mi sombra y todo este sitio parece igual. Por fin tengo la sensación de estar solo de verdad, no hay nómadas, no hay animales, no hay vegetación, a excepción de alguna pequeña espartera suelta, solo veo este rojizo mar de piedras a mí alrededor donde la débil pista aparece y desaparece por momentos.
Lo que cabría pensar es que estar en mitad de este yermo, incomunicado, sin rastro de vida animal y prácticamente vegetal, tendría que causarme miedo o angustia pero lo cierto es que me siento sensacional, es una gratificante sensación experiencial.
Hay un momento en que, incluso, me pongo a hacer el tonto con la moto derrapando, haciendo rueda al arrancar, el terreno es tan plano que da gusto ir rapidito. Cuando ceso en mi locura, repongo fuerzas comiendo unos crepes y bebiendo algo de agua, pero al guardar todo me percato de una tontería sin importancia: No he metido el chubasquero ni el kit para arreglar pinchazos. Este es uno de esos momentos que, aunque no seas creyente, terminas rezando por que no pase nada.
En este punto de la ruta y del viaje, tengo la sensación más parecida a estar en Marte de toda mi vida. El terreno es rocoso, rojo, hace tanto aire que tengo que dejarme el casco puesto porque la arena que revolotea a mí alrededor no me deja ver; a esto le sumamos que oigo mi propia respiración dentro del casco y voy con el traje de moto que me protege de los pinchazos de la arena. Es como las escenas en primera persona de “Planeta Rojo”, “The Martian” o “Misión a Marte”, una pasada recordarlo aunque un poco agobiante viviéndolo. 
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Yermo
Checkpoint
Después de decenas de kilómetros vislumbro en la lejanía lo que parecen ser signos de vida humana, hay que verlo de cerca.
Resultó ser otro puesto de vigilancia forestal, está en desnivel negativo respecto a su entorno pero tiene animales y un pozo con agua, es suficiente para asentar el campamento. Me gustó mucho su Toyota Landcruiser de 1990, muy apropiado para meterse por estos sitios de arena y piedra. Pude leer en una puerta que es una Fundación internacional de  Investigación Ecológica. Me dio las indicaciones de cuál era el mejor sitio para cruzar el ancho río que pasaba por allí y nos despedimos.
En esta ruta me ha tocado cruzar varios pequeños ríos secos, pero cuando me encuentro con uno muy ancho, y lleno de arena, me incomoda un poco porque no sé en qué punto la arena se tornará demasiado blanda. Por suerte, de este salí airoso por ir sin el equipaje, con las maletas lo único que habría conseguido es hacer un surco, con la rueda trasera, tan profundo como un arado.
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Puesto de control de Fundación internacional de Investigación Ecológica
La transacción más extraña de mi vida
Sigue estando nublado y empiezo a estar cansado de las piedras, es tan incómodo ir fuera de la pista como seguirla, pero no queda más remedio, me da más pereza volver por donde he venido que seguir hacia delante, esto puede ser porque el camino recorrido ya lo conozco y lo que me queda por conocer es una incógnita.
Después de muchos pedregosos kilómetros veo en la lejanía lo que parecen ser carteles, lo mismo es otro puesto de vigía, esto me da un subidón porque hace un rato que no se si estoy yendo bien o me estoy desviando demasiado hacia la frontera argelina.
Al subir la colina y llegar a sitio, veo que efectivamente eran carteles, pero no había nadie, lo que había era un puesto de venta sin personal que lo atendiera. Estaba trabajado, todo hecho en piedra sin apenas usar argamasa y preparado para aguantar las tormentas de arena. Había de todo, rosas del desierto, fósiles, roca volcánica, figuritas, colgantes, etc. En los letreros se podía medio leer el mensaje del vendedor en un extraño español y no mucho mejor francés. La verdad es que me hacía tanta gracia y lo veía tan original que decidí comprarle algunas cosas que ocuparan poco en mi equipaje. La duda llegó cuando tenía que pagar, no entendía bien donde ponerle el dinero así que se lo dejé en un agujero metido en una bolsa de zip para que por si acaso llovía no se le mojara. Aunque no estaba el vendedor no había motivos para negociar, los precios eran muy razonables, incluso bajos para el trabajo que ofrecía, una pena que no tuviera espacio para comprar algo más
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Puesto de venta sin vendedor en mitad del desierto
¿Un río con agua?
Después de otros muchos kilómetros crucé unos cables de baja tensión, eran indicios de que la civilización estaba cerca. Había marcado un par de alternativas para salir a la carretera pero elegí la más cercana a Boudnib.
En el mapa había que cruzar un río más de los mucho que llevaba cruzados en este viaje, pero este sí llevaba bastante agua. No me lo puedo creer, quedan menos de 10 kilómetros para salir a Boudnib, el cielo está tan oscuro que parece que va a romper a llover en cualquier momento y no puedo volverme por donde he venido. Pero el destino, una vez más, escondía un as en la manga. Aparecieron unos chavales, a lo lejos, en la otra orilla que se acercaban poco a poco hasta mí. Me preguntaron en español que si estaba bien y para donde iba, “A Boudnib” les respondí, y me dijeron que tenía que cruzar el río. No me gusta nada montar en moto lloviendo pero menos aún vadear ríos con agua, el agua solo me gusta para ducharme y para beberla, nada más. Los chicos ya estaba a mi lado presentándose antes de que tomara una decisión: Hassan e Ismail.
Después de un rato de cháchara, la decisión estaba tomada, Hassan me dio su palabra de que es imposible cruzar por una zona seca, todo el río lleva agua y justo donde estoy yo es la parte menos profunda.
​El plan era sencillo: con la moto arrancada y dándole un poquito de gas, entre Hassan y yo la cruzaríamos por donde nos fuera indicando Ismail yendo él delante.
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Mi nuevos amigos Hassan e Ismail
Algo que no entiendo es que algunos moteros cruzan a saco los charcos y ríos, empapándose para el resto de la ruta o para el resto de días. Como yo no soy de ese gremio, me quité los pantalones y las botas, me puse las chancletas y nos metimos en faena. Meter la moto fue dejarla caer, el agua estaba muy fría y me rozaba los cataplines, parece que es algo más profundo de lo que pensaba, pero mientras no se caiga la moto no hay problema. El río, con la corriente, mueve las piedras del fondo y empuja la moto pero ya casi estamos fuera, un leve toque de gas y listo, hemos salido airosos de esta. Me siento tan contento de que todo saliera bien que le doy un abrazo a Hassan y cuando busco a Ismail veo que fue a la otra orilla a buscar mis botas.
Ya vestido, y listo para continuar, hicimos una sesión de fotos y me despedí de estos dos muy buenos amigos que dejo en Boudnib.
Como el cielo cada vez se hacía más oscuro, tenía que salir a la carretera antes de que todo este sitio se convirtiera en un fangal pero para la próxima vez que pase por Boudnib, prometido que paso a ver a mis amigos, mientras seguiremos en contacto a través de las redes sociales.
El camino de retorno por carretera fue sencillo pero con mucho aire. Volví a pasar por el oasis del Ziz pero esta vez me metí por las aldeas ya que la carretera la conocía bien.
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Oasis en el cauce del río Ziz
Si quieres ver el trazado de esta ruta pulsa aquí.
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