Nos damos un abrazo y le dejo algo de ropa y una garrafa de gasolina extra que llevaba, puede usarla el o alguien de su familia, a mí me viene bien quitarme peso y ellos seguro que la pueden aprovechar.
Mi intención es llegar a Taourirt para repostar por última vez durante los dos próximos días que estaré bajando por el Rekkam. El camino desde Guercif no es gran cosa, además con esta neblina no veo más allá de un par de kilómetros por delante de mí con lo que apenas me paro a sacar fotos.
“Quédate conmigo, amigo”
En Taourirt el clima es distinto, hace sol aunque sigue haciendo algo de frio, parece que no va a llover más en todo el día. Aprovecho para sacar dinero y repostar antes de tomar la carreterucha que me llevará hasta la presa de Hassan II. Me meto por un camino de tierra, cubierto por árboles y apartado de las carreteras, para hacer unas llamadas y enviar unos mensajes a mis padres pero, a pesar de estar bastante escondido, un chico consigue verme y se acerca hasta mí con su ciclomotor chino, imagino que vendrá a pedir o a venderme algo. Cuando se pone de pie ante mí, veo que ese “chico” me saca dos cabezas, está fuerte y se pone a rascarse los bolsillos. Cuando encuentra lo que buscaba saca un teléfono móvil y me dice, con signos, que quiere que le haga una foto con mi moto, por supuesto accedo, ese chico tendrá una historia que contar hoy y yo también. No hay que ser temerario pero no se puede ser desconfiado, hay mucha gente buena por el mundo. Termino de recoger todo y me pongo en marcha por la carretera de montaña, carretera por llamarla de alguna forma, a veces se torna camino, a veces grava, y a veces la montaña la ha invadido pero con mi moto puedo pasar sin problemas. En una aldea aprovecho a comprar lo único que me faltaba: pan. Paro la moto frente a una tiendecita de las que te venden de todo un poco, agua, yogures, fruta, bombonas de butano, correas de alternado, pintura... así son estas curiosas tiendecitas en los pueblos, a veces aciertas y encuentras lo que necesitas y otras veces tienes que probar suerte en la siguiente. Antes de entrar a preguntar, oigo una voz desde atrás que me dice: “¡Eh, español!”, me giro y se me presenta Addslam, un marroquí que vive en Bilbao y estaba de visita por Marruecos. Estuvimos hablando un buen rato y me quería invitar a comer a su casa en Taourirt pero voy mal de tiempo, necesito recorrer bastantes kilómetros aún y ya es medio día. Para la próxima, si paso por aquí nos veremos con más tiempo, además me ha invitado a quedarme en su casa cuando lo necesite, que tipo más majo.
Ascenso a las montañas
Al fin dejo las urbes atrás y empiezo a disfrutar del viaje, cuando paro la moto se está a gusto con este flojo sol que apenas se deja ver entre las nubes, cuando estoy en movimiento hace fresco pero se puede aguantar. La lástima es que no tengo mucha distancia de visión porque a lo lejos hay una neblina que no me deja apreciar toda la lejanía del paisaje. El embalse que forma la presa de Hassan II en el rio Charek no se aprecia bien desde la carretera y, una vez más, me he parado a hacer unas fotos y aparece un chico con una moto china hecha polvo, abre el tapón de la gasolina, señala la mía y me hace gestos para que le ponga un poco, no puedo darle mi gasolina y menos así, con exigencias y sin presentarse siquiera. Pasado Sidi Lahsen el clima vuelve a cambiar y el sol se hace fuerte y despeja las nubes. Tomo una carretera mejor que la que traía y después de otros 18 km pillo un desvío para empezar a recorrer el Rekkam pero la pista que yo pensaba tomar ya no es de tierra, tampoco ha sido asfaltada, más bien está cubierta por una especie de grava muy similar al “ripio” que usan para hacer transitables los caminos en Argentina, se conduce muy mal por este terreno, la moto parece que circula por hielo y se hace difícil coger velocidades superiores a 50 kmph. Es curioso como en mitad de ninguna parte han montado una especie de comuna o zona para hacer negocio donde la gente de los alrededores intercambia sus productos o los vende. Es algo que ya vi en mi anterior viaje a Marruecos y se reconocen bien por estar llenas de camiones Bedford de los 60 pintados siempre igual: la cabina roja y la parte de carga azul. Estos camiones aguantan bien el paso del tiempo por su mecánica sencilla y robustez general.
El momento esperado
Dejo la pista de gravilla, atravieso la R606 y comienzo a rodar por una pista en mal estado de la cual no se ve el final. Por fin me adentro en el Plateau du Rekkam (Meseta del Rekkam), conocido como Plato del Rekkam. Es una vasta meseta cruzada por innumerables pistas que se extiende al oeste hasta el Medio Atlas, al este hasta la frontera con Argelia y al sur no llega al Sáhara. a única vegetación que abunda en la zona son las esparteras y una vez que subes a la meseta los cambios de altitud son imperceptibles. Fue paso del rally Paris Dakar antaño. Esta es la zona por la que más intranquilo he estado desde que he empezado el viaje pues serán más de 300 km sin gasolineras, atravesando el páramo y pasando la mayor parte del tiempo solo, seguramente habrá pista definida en algunas zonas pero estos terrenos cambian bastante con los factores meteorológicos y puede haber desaparecido, será toda una experiencia. El que no haya gasolineras no significa que no haya gasolina, en Marruecos, al igual que en el resto de África, en las zonas muy apartadas se vende gasolina en garrafas de forma ilícita, esa gasolina puede ser cualquier cosa y no me apetece tener una avería estúpida por dar con un vendedor de estos que la a adulterado para sacarle más beneficio, por eso llevo mi propia reserva. Como ya he recorrido unos 100 kilómetros desde Taourit todavía me queda bastante combustible hasta que salte la reserva.
El paisaje es alucinante, la pista a veces desaparece y tengo que rodar por el terreno guiándome por mi instinto ayudado por la brújula. A pesar de estar en esté árido páramo siento frío cuando ruedo y un poco de calor cuando estoy parado, pero es normal, ahora mismo la altura oscilará entre los 1200 y 1400 metros y el sol está a medio fuelle.
Por el camino me voy encontrando gente que vive en jaimas en mitad de la nada. Estas jaimas no se parecen en nada a las coloridas y confortables jaimas para turistas que puedes ver en los tours para pasar una noche en el desierto con árabes disfrazados de bereberes. Estas jaimas están construidas con una tela oscura y palos de madera irregulares, la gente en su interior se sienta en alfombras o directamente en el suelo. A veces tienen una parte cerrada para evitar la corriente de aire pero otras no, estas últimas suelen ser para hacer vida social y no para vivir. Algunos nómadas prefieren construir una vivienda de adobe que aunque pequeña es mejor para aguantar la lluvia. La gente del Rekkam es muy afable en general, te saludan y se acercan para verte y tocar la moto, les encanta la moto. Los niños son distintos a los de las aldeas o pueblos, aquí te saludan desde lejos y si no les animas no se acercan a la moto, los adultos sí. En el ferri, estuve de palique con el personal y uno de ellos, marroquí, después de contarle mi plan para Marruecos, me dijo que llevara caramelos para los niños de las zonas apartadas, eso siempre les gusta y le hace felices, pero yo le pregunté donde comprar caramelos y me respondió que los coja del barco, con lo que me llené los bolsillos descaradamente de caramelos de la propaganda de la compañía naviera mientras no miraba nadie. Cada vez que veo una familia de nómadas o de gente que vive en el páramo le entrego unos caramelos, no sé si hago bien o hago mal porque seguro que les gusta pero en estas zonas la higiene brilla por su ausencia y es frecuente ver personas de mediana edad con los dientes tan amarillos como las señales de obras de tráfico y gente mayor casi sin dentadura.
La tienda de campaña
Estaba atardeciendo y yo seguía buscando un sitio donde poner mi tienda de campaña, esto puede parecer una tontería estando en un páramo, donde se supone que no hay poblaciones a muchas decenas de kilómetros, pero lo que sí es curioso es ver que a lo lejos siempre hay alguien viviendo en una jaima nómada, a veces con sus cabras, a veces con su Bedford de seis décadas de edad, a veces es alguien que estaba de camino a otro lado pero decide desviarse para verme, el caso es que por muy perdido y alejado que me sienta a su vez me siento demasiado acompañado. Recuerdo a unos tipos que me encontré en un momento de esos que la pista no tiene una forma definida, a los cuales me acerqué para preguntar si voy bien. Cuando paré la moto delante de su jaima, se acercaron cuatro individuos, uno de ellos montado en un ciclomotor chino, y empezaron a hablarme un árabe del cual no captaba ni una palabra. Cuando se cansaron de preguntarme cosas empezaron a pedirme con gestos, primero el más mayor me golpeaba con el dedo la bolsa de depósito para que la abriera y le diera lo que había dentro, abrí la cremallera un poco y en perfecto castellano le dije que no tenía nada que le interesase, después me señaló la gasolina y posteriormente señaló el ciclomotor, le indique con la cabeza y, una vez más en español, que no le podía dar mi combustible, pero el insistió, me enseño una garrafa de agua con un poco de gasolina y volvió a insistir, pero, una vez más, le respondí que la gasolina es para mí. Como ya no me iban a sacar ni gasolina ni dinero, me hacían en gesto de fumar para que les diera un cigarro, pero yo no fumo y es en ese momento cuando mientas ellos hablando en árabe y yo sonriendo, y hablando en español, arranqué la moto y acelerando despacito, porque no quería llevarme a los tipos por delante, les fui diciendo todas las palabras en árabe que conocía y me largué de allí. Avancé mucho camino, me salía fuera de la pista a ver si podía poner mi tienda en algún sitio donde no me viera nadie o por lo menos pasar desapercibido, pero seguía viendo gente, daba igual lo lejos que estuvieran, veía cómo a kilómetros una diminuta mancha en el horizonte se acercaba hacia mí con lo que tenía que seguir avanzando hasta encontrar algún lugar donde no hubiera nadie de verdad. El querer estar solo no es porque me vayan a robar, es porque no me apetece tener gente alrededor de la tienda husmeando, así que con tanto avanzar, terminé saliendo a una carretera en buen estado muy cerca de una población.
Giro de acontecimientos
Estaba en Matarka un pueblo donde no existe ningún servicio público a parte de un colegio, las calles son de tierra pero es bastante grande en extensión territorial. Atravesé la población con intención de seguir mi búsqueda de un emplazamiento donde plantar mi tienda pero ya al final del poblado, con el sol de cara por el atardecer, la pista se veía lejana y en mi mapa había anotado que a pocos kilómetros de Matarka, en Google, vi más casitas pero sin nombre del lugar. A estas alturas, montar la tienda de campaña, estaba empezando a suponer un problema, algo que en origen era una tontería. Me quedaba una hora para que el sol se escondiera y yo quería buscar un sitio para poner la tienda pero estando allí parado buscando información en mi teléfono móvil, sin conexión de datos, rodeado de niños, apareció un hombre joven que en un rústico inglés me dijo si necesitaba algo. La verdad es que me gustó encontrar alguien que hablaba en algo que podía entender y le expliqué mi situación. El hombre no entendía nada porque su inglés era muy básico pero se me ocurrió que mi amigo Hossin podría hacerme de traductor por teléfono. Estuvimos un buen rato intentado buscar una solución, valorando en hacer un montón de kilómetros por asfalto dando una vuelta enorme para llegar a Anoual, mi próximo destino, pero no tenía muy claro si la gasolina me daría para llegar allí. Llegados a un punto en que veía que el sol se escondía y que yo estaba allí rodeado de gente desconocida con un traductor telefónico, le dije a Hossin que ya me apañaba que si no puedo dormir en la tienda ya dormiré en un hotel o albergue cuando llegue a alguna población pero sigo hacia delante por la pista aunque me caiga la noche. En ese momento el hombre joven me cogió el teléfono habló con Hossin, me lo devolvió y mi amigo me dijo: “Este hombre quiere que te quedes en su casa a dormir, tiene un sitio para dejar la moto también”, me quedé un poco sorprendido pero acepté, no tenía nada que perder y casi era de noche. Monté a mi anfitrión en la moto y nos dirigimos a su casa. Guardamos la moto en una especie de cobertizo y pasamos a la vivienda donde mi nuevo amigo, Mohamed, me presentó a todos los integrantes de su familia compuesta por su padre, su mujer, sus hijas y su hijo. Mohamed es un gran tipo, entre él y su único hijo estuvieron atentos con todo lo que yo pudiera necesitar, no podía ni hacer el gesto de levantarme para estirar las piernas antes de que me preguntaran si quería algo. Me dieron de merendar, de cenar e incluso vimos un poco la tele, también pude lavarme en un caldero y ponerme un atuendo más cómodo que la ropa de moto. Es increíble cómo sin tener ni idea de francés o árabe pasamos varias horas charlando y riendo, a veces con mímica, a veces conseguía entender varias palabras de una frase y saber lo que me decían y, como no, yo siempre hablando en inglés a pesar de que ninguno lo entendía realmente pero es que es el idioma que me cerebro carga cuando la persona que tengo en frente no habla español. El día no puede terminar mejor, voy a dormir en casa de una gente maravillosa, fuera hay tan poca contaminación lumínica que se ven todas las estrellas del firmamento y una vez más vuelvo a ver en su plenitud la vía láctea, es una imagen difícil de explicar, la sensación al ver todo el cielo estrellado lleno de puntos blancos es algo que solo he visto en otra ocasión, miviaje a Marruecos en 2014.
Si quieres ver el trazado de esta ruta pulsa aquí.
3 Comentarios
Jaime
10/12/2017 17:47:10
excelente cronica
Responder
Rubén Maxtral
17/12/2017 06:15:24
Muchas gracias Jaime. Saludos!
Responder
Gabriel Galdeano
25/1/2019 10:40:13
Hola podría hablar contigo? Quiero hacer esa ruta en bici. Te dejo mi teléfono y si quieres me envías el tuyo por privado 639757639 Gracias
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