No me quiero marchar porque estoy muy a gusto entre toda esta gente pero hay que aprovechar que hoy hace un sol espléndido y el barro se está secando.
Al final me convencieron para ni siquiera intentar asomarme a la pista que va de Merzouga a Zagora, toda esta gente están en contacto entre ellos y me enseñaban fotos del destrozo que hicieron las torrenciales lluvias de estos días en Ouzina, Ramlia y Mharech. Uno de los que estaba allí me decía que tenía planeado una ruta por la zona y que yendo ellos con 6 todoterrenos lo iban a dejar para mañana de lo mal que esta, y que si me esperaba podía unirme al convoy, pero decliné su oferta pues se me terminan los días de vacaciones y tengo mucho que recorrer.
La Cárcel Portuguesa
Mi intención es terminar en Zagora pero hacerlo todo por carretera me parece aburridísimo, voy a probar suerte y empezar desde Trafraoute, la población que queda al otro lado de la zona más complicada de la pista militar que tendré que dejar para otro viaje. Para llegar tomaré una pista que seguro sea una carretera a día de hoy desde la N12. Pero antes de todo esto quiero pasar por el lugar que ha sido elegido para rodar la última película de James Bond, “Spectre 007”, entre otras. Gara Medouar es lo que queda de un volcán muerto. Fue utilizado como presa o depósito de agua (acuífero natural) por los lugareños de la zona, gracias a su forma en U casi cerrada por completo. Se construyó un muro de 2 metros de ancho por 5 de alto para cerrar completamente el foso central y así poder almacenar el agua de lluvia que caía a lo largo del año. Según los pocos datos que se conocen, este muro principal fue construido a principios del siglo XIX y, para ello, se utilizaron los esclavos negros que traían del África subsahariana para, posteriormente, venderlos en Portugal. Por esta razón se cree que tiene el nombre de Cárcel Portuguesa, pues eran muchos los que sufrían aquí largos periodos de tiempo picando piedra, como en una cárcel. Gara Medouar es accesible por varios sitios, pero el más corto es una pista que sale en línea recta desde la N12. Está en buen estado y se puede llegar con un coche normal.
Cruzando el muro me encontré con una gente que estaba dentro, junto a dos vendedores de fósiles, que al saludarles en castellano me respondieron en el mismo idioma, pero no paré porque había cogido carrerilla para trepar hasta lo alto de la formación rocosa, una especie de mirador natural desde el cual se veía antaño cruzar el lugar por los vehículos del legendario París-Dakar.
Al final se animaron a subir estos españoles y, una vez más, me puse de palique con la nueva gente conocida. Consistía en un grupo de cuatro personas de las cuales dos iban en moto y dos en un todoterreno. Siento no acordarme de todos los nombres pero hay uno que no olvidaré jamás: Carlos. Todos eran muy majos, pero con Carlos el vínculo era especial. Este hombre aparcó junto a mi moto, en la cima, su musculosa Arpilia 1000 ETV Caponord negra con letras rojas, una preciosidad. Pero más allá de empezar a hablar de motos, empezamos a hablar de viajes y al poco ya estábamos hablando de nuestras vidas. Carlos es un tipo de pelo blanco con una sonrisa permanente en la cara que transmite muy buen rollo desde el momento en que le conoces. Espero seguir en contacto con él ya en Madrid, pues vivimos allí los dos, aunque uno en cada punta del triángulo madrileño. Me lo estaba pasando tan bien de cháchara que me despisté de la cámara y apenas tome fotos del lugar y, mucho peor, de la gente. No pasa nada, el lugar seguirá ahí mucho tiempo y es fácil llegar, la gente... bueno, otra vez será...
Sin prisa pero sin pausa
Como me temía, han asfaltado la pista desde la N12 hasta Tafraoute, pero es tan malo, y está tan lleno de gravilla, que voy más cómodo fuera de la carretera, incluso hay un momento en que me alejo bastante para meterme entre unas dunas de arena oscura y vírgenes, no veo ninguna rodada ni pisada durante los kilómetros que hago. Tafraoute no es muy extenso, es más bien largo, pues no son más que casitas a los lados de esta penosa carretera que termina muriendo en un hotel con estilo kasbah que le da la espalda al Lago Maider, parece que desde aquí ya puedo empezar a perderme de nuevo en vastos paisajes donde el terreno se funde con el cielo en el horizonte. Allí mismo, según paro la moto, un niño de unos 6 años, salta el muro del hotel y viene corriendo, como si la vida le fuera en ello, hasta mi posición, el pobre solo me señala el hotel con intención de que haga noche allí pero, pese a que ya es tarde y el sol empieza a estar bajo, yo quiero dormir en Zagora: “Muchas gracias peque, hoy no podrá ser”.
No he recorrido ni 500 metros y encuentro mi primera dificultad, el camino está enfangado muchos metros por delante, empieza a ser tarde y voy cargado, no es momento de heroicidades. Una vez más el destino me da una de cal y otra de arena, un chico aparece en su Docker y aquí es cuando tengo que probar cuanta sangre berebere corre por las venas del muchacho. Le pregunto si sabe de algún otro sitio para poder acceder al lago y me responde con la cabeza que no, yo le vuelvo a insistir en que él tiene que conocer otro sitio, quizá por donde venía es buena alternativa, “Venga amigo, ayúdame a encontrar una alternativa, pero no llevo dinero, no te puedo pagar”. El chaval se lo pensó un rato pero terminó accediendo y fuimos serpenteando entre unas huertas por un terreno muy poco agradecido donde Yasmina tocaba con la panza a cada poco, menos mal que es tierra contra lo que golpea. En pocos minutos estábamos metidos de llenos en el lago Maider y el chico no solo me ayudo a entrar, también me ayudó a cruzar al otro lado, donde empieza la pista que yo necesitaba tomar. Esta ayuda me vino bien porque hace dos días por aquí también llovió mucho y había zonas aun húmedas donde poder quedarse atascado, y el sol da de cara. En cuanto llegamos a la pista le indiqué que parara, no hacía falta que me llevara más lejos y le di unos dirhams para que se tomara un refresco, se lo había ganado.
Esta pista compuesta de arena y piedras es tan divertida como falsa, de vez en cuando dejaba de tener control sobre la rueda delantera hasta que llegó el momento en que me caí, algo que ya veía venir. Me incorporo, levanto la moto, compruebo si hay desperfectos y, por suerte, estamos los dos bien. Continuamos.
Pasado una zona de Albergues en mitad del desierto y muy separados entre sí, pero cada uno al borde de las dunas, entro en una zona donde la pista se borra del terreno y vuelvo a tener esa sensación de estar solo de verdad, ahora mismo el único problema es quedarme a oscuras en este sitio, el tiempo apremia y no veo bien con este precioso atardecer, de colores cálidos y brillantes, que tengo justo delante. Acelero cada vez más hasta tal punto que la moto se empieza a menear de forma rara, es porque voy a más de 100 kph, con lo que aflojo un poco, las prisas no son buenas. Reconozco que el paisaje es alucinante, el terreno va cambiando, a veces hay más piedras que arena, otras veces la proporción es a inversa, a veces paso por zonas de acacias... me gusta tanto que por un momento me plantee poner la tienda el cualquier sitio, es una planicie y no veo a nadie, pero el parte meteorológico vaticina lluvias para mañana y desconozco que tipo de terreno me queda para salir de este sitio hasta la carretera. Después de bastantes kilómetros llego a Oum-Jrane, un pueblín que se nota que ha sufrido las lluvias, el camino principal tiene forma de canal y está anegado de agua, intenté abrir camino por mi cuenta pero fue una mala idea, el terreno está muy blando, aún tiene mucha agua que secar con lo que vuelvo al camino rodando con cuidado.
En lo alto de pueblo veo un coche de matrícula española y no me lo pienso dos veces, me meto con la moto en el poco terreno que tiene delante la casa y paro al lado, así dejo al margen el sequito de niños que viene siguiéndome desde que entré en el pueblo. Como era de esperar no tarda en salir el dueño, un marroquí muy majo de Barcelona que está visitando a la familia. Solo le pregunté por el estado del terreno hasta la carretera, pero viendo que él había llegado a este sitio con una coche convencional, no creo que me costara demasiado a mí con la moto.
Me encanta el pueblo marroquí, una de las cosas que más me gusta es ver como meten todo tipo de coches por todo tipo de terrenos, lo más normal es que si preguntas en qué estado está un camino te respondan “¡bien!”, si te dicen que está mal, es porque está muy mal y solo los más osados podrán salir airosos del entuerto. Pasado Tissemoumine, entro en una pista larga de la que es difícil despistarse pues va subiendo por unos montículos dejando el río unas veces a un lado yo otras al otro. Al final de la pista vuelve el desierto pero ya queda poco para salir. Al entrar en la carretera apenas veo nada a mí alrededor, el sol se ha ocultado completamente entre las montañas y no me queda ni un cuarto de hora para que se haga completamente de noche.
Negociudad
Me acuerdo de la cara de asco y voz despectiva de Mel Gibson, en la película “Mad Max y la Cúpula del Trueno”, cuando tiene que volver a rescatar a los niños y su única esperanza es pasar por Negociudad nuevamente. Esa sensación es la que tenía yo cuando, desde la carretera, veía las luces de Zagora en esta oscura noche. En mi anterior viaje a Marruecos, no me quedó buena impresión de esta ciudad construida para el negocio, donde es imposible avanzar por sus calles bacheadas sin que aspirantes a mecánicos y relaciones públicas de alojamientos te persigan y pongan en peligro tu vida al conducir esas pequeñas motos chinas a tu alrededor, mientras tocan el claxon y te gritan que pares sin cesar en su persecución recorras los kilómetros que recorras. Es de noche, estoy muy cansado, aún tengo que encontrar mi hotel sin saber exactamente dónde está llevando 2 pegajosas moscas en ciclomotor conmigo. Llegado al hotel, me recibe el joven dueño y metemos la moto en un garaje, con función de trastero, donde dormirá segura esta noche. Samir es un joven que regenta un pequeño riad en el centro de Zagora, habla muy bien inglés y, lo que más me gustó, transmite tranquilidad y paz, muy de agradecer en esta bulliciosa ciudad. Tenía pensado irme pronto a la cama pero la conversación nocturna con Samir, en la terraza que hay en la azotea, es tan amena que se pasan las horas volando. Creo que voy a darle otra oportunidad a Zagora, ahora ya tengo un sitio en el que alojarme y mi charla con Samir ha sido muy productiva, hay que tener la mente abierta a todo lo que pueda llegar, si la cerramos, lo hacemos para lo malo pero también para lo bueno.
4 Comentarios
Sari
26/11/2016 03:42:05
Qué guay. Menuda experiencia!
Responder
Rubén Maxtral
1/12/2016 17:51:29
Muchas gracias! La verdad es que sí, es una suerte que sea una buena historía. Abrazos!! :)
Responder
CARLOS
5/12/2016 10:39:25
Explicación muy precisa acerca de la "cárcel portuguesa".
Responder
Rubén Maxtral
9/12/2016 18:32:18
Muchas gracias Carlos! Un placer conocerte y que sepas que no me he olvidado ni de pasarte los vídeos del decenso, ni de quedar un día para contarnos batallitas por los Madriles jajaja, estoy un poco liado pero me desliaré pronto. Un abrazo muy fuerte!
Responder
Deja una respuesta. |
Comparte este viajeSitios relevantes
Todos
|